2016: Año 1

Edificios modernos

Iniciamos el año con una fuerte carga de incertidumbre. Un proceso post electoral en el estado que todavía mantiene la incógnita sobre la formación de gobierno, y el cambiante contexto internacional hacen que los pronósticos no sean precisamente fáciles de realizar. Son elementos externos a nuestra economía, con influencia directa en su devenir, pero que no controlamos.

A pesar de todo, sin embargo, hay motivos para creer que 2016 será el tercer año consecutivo  de crecimiento, y además en términos muy parecidos a los de 2015. Las cifras son conocidas: un 2’6%, y cerca de 18.000 nuevos ocupados en términos de afiliación a la Seguridad Social.

Pero quizá nuestro objetivo crítico a medio y largo plazo pase por algo aún más ambicioso, más difícil de medir a corto, pero vital para el desarrollo de nuestra economía, y nuestra sociedad  del bienestar: el  profundo cambio de las relaciones laborales dentro de la empresa. De la  confrontación permanente, a la colaboración y la mutua confianza.

A diferencia de los elementos externos a nuestra economía que, como decía antes, no controlamos, esto sí está en nuestras manos. Todos coincidimos en que el mundo, la economía y las empresas no son lo que eran hace 30 años. Entonces,  ¿cómo pretendemos que lo sean las relaciones laborales? En Alemania y otros países  ya lo entendieron hace tiempo. En Euskadi estamos en ello: algunas empresas ya han empezado a aplicar este modelo, y por cierto, con muy buenos resultados.

No puede ser que el conflicto permanente en el que algunos se encuentran tan cómodos, el ‘cuanto peor, mejor’, impida que nuestras empresas y nuestro sistema  económico y de bienestar social avancen. Sólo entendiendo la empresa como un objetivo  común, en donde primen la implicación personal y profesional, en donde la transparencia de la gestión anime a la participación de todos, y en donde todos se sientan parte de un mismo proyecto, hará que nuestras empresas puedan sortear mejor los tiempos difíciles, y socializar mejor sus buenos momentos.

Nadie dice que sea una tarea fácil, porque exigirá cambios en la cultura empresarial de nuestro país. Pero también de la actitud sindical. La diferencia es que mientras los empresarios vascos estamos cuando menos dispuestos a intentarlo, las direcciones de algunos sindicatos vascos, o no se  dan por enteradas, o directamente lo rechazan. Sin darle la más mínima oportunidad.

Ése será nuestro principal reto a corto y medio plazo: un profundo cambio de paradigma en un año que, a pesar de todas las incertidumbres,  puede y debería ser el del inicio de una adaptación inevitable, nuestro particular año 1 de una nueva era en nuestras relaciones laborales